En “Altos de la Colina”, el edificio decidió organizar una noche de karaoke para mejorar la convivencia. Todo iba bien, hasta que el micrófono cayó en las manos del señor Mario del 8-C, conocido por su afición al canto… y su desafinación épica.

Después de entonar una versión inolvidable de “Cielito Lindo” que hizo que los perros del condominio empezaran a aullar, los vecinos fingieron un apagón para detener la tortura. Al día siguiente, todos se quejaban de dolores de oído, pero don Mario juraba que la noche había sido “un éxito total”. Ahora, cuando se menciona “karaoke”, todos se esconden.